Sherryl

La incesante lluvia sigue golpeando los cristales de la ventana. Su casero aún no le ha arreglado la maldita gotera que hay justo al lado de la ventana y que empapa las cortinas. El agua cae sobre el cubo que ha puesto justo debajo de ella, pero el recipiente de plástico no es suficiente y el suelo empieza a mojarse también.
Sherryl no es consciente de ninguno de los líquidos sucesos que ocurren a su alrededor. No obstante, sí que es consciente de las lágrimas que dan a sus ojos un aspecto vidrioso y que mueren en sus labios sin que ella haga nada por impedirlo.
Acostada en el mullido sofá se siente derrotada pero cómoda, la cálida manta la envuelve en el abrazo que él nunca le llegó a dar. Su mirada perdida apunta hacia el televisor, donde están emitiendo uno de los capítulos de esa serie que tantas veces han repuesto ya y cuyos diálogos Sherryl podría repetir de memoria si estuviera prestando atención a esos personajes que, en ocasiones, tanto le recordaban a ella.
Uno de esos pensamientos negativos que tanto le acosaban últimamente vuelve a azotar su inestable autoestima: "Eres estúpida, en vez de centrarte en lo verdaderamente importante estás aquí llorando como una niña de 15 años..."

-Algún día encontraré a alguien que me quiera de verdad- le dice a la nada para acallar sus pensamientos.

En el televisor, el detective jefe se ríe a carcajadas mostrando sus blancos dientes.

Sherryl asiente con la cabeza y se levanta a limpiar el estropicio que ha dejado la lluvia en el salón.





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